Desde un balcón en Larrazabal
El caserío
txakoli Larrazabal fue el escenario del discurso de Sabino Arana, que cambió la
historia del Pueblo Vasco. Ahora se ha sabido que lo pronunció desde el balcón
Las tardes
buenas de primavera y al salir de la fábrica, era un gran solaz nuestro el
Chacolí de Isidro (...) ¡qué tardes tan preciosísimas y encantadoras! ¡Qué casa
la de Isidro, con su hermosa parra, rodeada de perales en flor, surcada por los
canalillos que la regaban y saneaban; detrás, las huertas, y más lejos,
Archanda y Banderas iluminados y dorados por el cálido sol de la tarde. ¡Eran
fondos de cuadros de Guinea! La mesa, puesta debajo de la parra y junto a la
campa, con sillas rústicas y seranes para asientos. En uno de los extremos el
jarro, rodeado de vasos forales (...) Cada uno, al llegar, viniese de Zorroza o
de Bilbao, saludaba y probaba un vaso, mirando al trasluz antes, y, paladeando,
después, daba su opinión.
Esta
descripción que hacía José de Orueta del txakoli de Isidro, en Deusto, sirve
también para hacernos una idea, dos siglos después, de cómo podía haber sido el
ambiente en el txakoli de Larrazabal en Begoña, aunque por su
emplazamiento a mayor altura las vistas podían ser todavía mejores, no
existiendo aún allí edificios altos que las limitaran.
En el txakoli de Larrazabal es conocido que ocurrió un acontecimiento de trascendencia en la Historia de nuestro País como fue la primera exposición en público por parte de Sabino de Arana de su programa político, que fue el origen de la primera organización efectiva del nacionalismo vasco en defensa de la supervivencia del Pueblo Vasco frente a las voces que animaban a su desaparición en beneficio de la construcción de un Estado-nación español.
Vendrían
muchos acontecimientos posteriores a este. El propio Sabino de Arana apenas
sobreviviría diez años a este hecho que se conoció como Juramento de
Larrazabal, pero el lugar donde lo pronunció se convirtió en una referencia, en
un Lugar de Memoria, como diríamos en 2020. Año tras año se conmemoraría allí
aquel 3 de junio de 1893 por los cada vez más numerosos seguidores del proyecto
político que en este txakoli había comenzado.
Andando el
tiempo y muchos años después, ya pasada la Guerra Civil e impuesta la dictadura
franquista el edificio del txakoli acabó siendo derribado en torno a 1957. Su
recuerdo, sin embargo, se resistía a desaparecer y en el primer número de Irrintzi,
revista nacionalista vasca en el exilio venezolano, dirigida por Manuel
Fernández Etxeberria, Matxari, se daba la noticia del derribo con
una fotografía que los lectores de DEIA pueden hoy ver aquí.
NUEVOS DATOS
Más de medio
siglo después Iñaki Anasagasti, abertzale e historiador, rescató esa imagen y
la hizo pública en las modernas redes sociales. Y ocurrió que la vieron los
familiares de quienes aparecen en la fotografía y le respondieron añadiendo
nuevos datos que hasta hoy eran desconocidos.
Uno de
ellos, respecto a la propia memoria, es que cuando se derribó hubo personas que
guardaron tejas de recuerdo y una, el balcón. Un comportamiento semejante al
que se produciría poco tiempo después cuando se derribó la casa natal de Sabino
de Arana, Sabin Etxea, de la que también se conservaron tejas, ladrillos y un
balcón, que actualmente puede verse dentro del moderno edificio que el Partido
Nacionalista Vasco que fundara construyó posteriormente en el mismo solar.
La noticia
del derribo del txakoli de Larrazabal afectó profundamente a quienes habían
vivido allí. No pudieron impedirlo. "Un constructor de la zona ayudado de
su hermano que trabajaba en el Ministerio de la Vivienda nos negó el derecho a
comprarlo. Mi amama cuando se enteró de que lo iban a comprar se disgustó tanto
que le dio un ictus del que no sobrevivió ni ocho días".
También
facilitaron una fotografía aérea que aquí se puede ver con la localización
precisa del lugar en el que estuvo el txakoli. "En este solar se construyó
un grupo de viviendas Viviendas de Vizcaya aunque el grupo de
al lado tiene una plaza que se llama Caserío de Larrazabal porque
se construyó también en sus terrenos".
La historia
del txakoli contada por Ana Mari Etxebarria dice que tras la última guerra
carlista el caserío, bombardeado, quedó semiderruido y mis bisabuelos,
ella natural de Ea, y él de Abando, que vivían en otro caserío cerca de lo que
hoy es la Vía Vieja de Lezama, lo reconstruyeron para que sus hijos Juan
Urrutia y Patricia Urrutia fueran a vivir a la vivienda renovada. El otro hijo
Esteban se casó al caserío Trauko a 200 metros de distancia hacia Uribarri.
Como el caserío era también txakoli se abría al público todas las primaveras hasta acabar la cosecha. Se servían además del txakoli, cazuelas de bacalao, cordero y hasta angulas que se pescaba en la ría de Bilbao.
Aquel año
del discurso, estaba encargada una afari-merienda y subieron a Begoña al Camino
de Trauko, que es donde estaba el caserío, Sabino Arana, su hermano Luis y un
grupo de gente con renombre en Bilbao. La cena la sirvieron mi amama
Patricia Urrutia y su hermano Juan Urrutia que aún estaban solteros. Terminada
la cena Sabino subió al balcón y echó un discurso hablando del Pueblo Vasco y
expresó sus ideas nacionalistas que no fueron bien acogidas. De regreso a
Bilbao, Sabino dicen que lloró y que solo le acompañaba su hermano Luis.
Después se supo que aquellos que no le aceptaron acudieron a él unos días
después.
Sabemos así
gracias a este testimonio que la afari-merienda no se realizó
en el interior del caserío como hasta ahora se había pensado y representado
sino en el exterior, de la manera que comentaba Orueta en el texto con el que
comienza este artículo, en una mesa bajo la parra. Ana Mari Etxebarria me
confirmó que nunca servían las comidas dentro de la casa, sino fuera.
Y se aporta
un dato más que ayuda a conocer de forma precisa como se desarrolló la escena
del primer acto público protagonizado por Sabino de Arana. Leyó su juramento
tras la cena desde el balcón que se ve en la primera planta en la fotografía,
ocultado parcialmente en su parte inferior por las hojas de la parra. La fachada
estaba orientada al este y la iluminación que pudo recibir sería escasa a
aquella hora pero la silueta del caserío aquel día de junio pudo muy bien tener
como contorno un cielo al atardecer de los que pintara Guinea, compuesto de
azules muy claros, blancos, naranjas y rojos. Y frente y bajo ese bucólico
marco, sentados a la mesa, los asistentes al acto escucharon a Arana pronunciar
desde el balcón un discurso rotundo, radical e inesperado:
'TODO PARA BIZKAYA'
¡Bendito el
día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las
tinieblas extranjeristas! (...) yo no quiero nada para mí, todo lo quiero para
Bizkaya; ahora mismo, y no una sino cien veces, daría mi cuello a la cuchilla
sin pretender ni la memoria de mi nombre, si supiese que con mi muerte había de
revivir mi Patria.
Así
respondía el joven Sabino de Arana a la amable invitación que le habían hecho
para que explicara el fundamento de su recién publicado librito titulado Bizkaya
por su independencia. La reunión no acabó bien, como es sabido y el propio
relato de la familia que atendió a los asistentes recuerda, sin ignorar tampoco
que aquel hombre subido al balcón de su caserío acabaría liderándolos a todos
en la difícil misión de impedir que el Pueblo Vasco desapareciera para siempre.
Como Manu
Egileor escribiría: Bajo el cielo estrellado de aquella noche
cruelmente bella, Sabino y Luis de Arana volvieron solos y en silencio por las
veredas dormidas a la orilla de los campos en fecundación, volvieron a su casa
de Abando a reanudar sus paseos y pláticas, rebosantes de unción patriótica, en
el jardín forjador de empresas generosas, en la galería abierta al despertar
del sol (...) A pesar de todo algunos muchachos vocearían por las
calles de Bilbao el nombre de un nuevo periódico, Bizkaitarra, tan
solo cinco días después. Desde el balcón del caserío reconstruido tras la
última guerra carlista había comenzado el nacimiento de una nación. Desde un
balcón en Larrazabal.
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