El txakoli abre caminos para esquivar la crisis
Con un descenso de ventas que oscila entre el 25 y el 40%, las bodegas exploran vías de comercialización en el extranjero y a través de Internet mientras esperan ayudas para mantener una viticultura singular
A la bodega Hasi Berriak, nacida en 2017 en Ibarrangelu, ya no le quedan cajas del txakoli de 2019.
Es una buena noticia, buenísima, sobre todo teniendo en cuenta que los txakolineros llevan un tiempo lanzando la voz de alarma sobre lo mal que lo está pasando el sector.
Con los restaurantes cerrados durante muchos meses –no solo en el País Vasco, que es donde se queda la gran mayoría de la producción, sino por medio mundo–, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina hacía público hace poco su último balance y hablaba de un 30% de la bajada de ventas (de media) en las cerca de 40 bodegas del territorio; en las ocho alavesas se cifra entre un 25 y un 40% menos.
Con la paralización de exportaciones, con cero ferias en las que darse a conocer y, tras los cierres de la hostelería, con horarios restringidos que no invitan a consumir, más el miedo a alternar por un lado... y, por el otro, muy buenas vendimias en los últimos años (de récord la pasada), que han supuesto más litros en los depósitos, Hasi Berriak es un caso poco común, que tiene que ver con su pequeño tamaño y una idea distinta del trabajo –de momento, es el hobby de un par de amigos y se lo toman con mucha calma–.
Pero el panorama general es el de la producción de 2019 sin vender, la de 2020 ya en proceso y la vendimia de 2021 ahí, a la vuelta de la esquina. «Un mazazo», dicen desde las denominaciones. Una tormenta perfecta –no hay que olvidarse del Brexit y la subida en su momento de aranceles de Trump– que hace que «en casi 27 años de vida de la DO el último haya sido el más problemático al que nos hemos enfrentado», reconoce Anton Txapartegi, secretario de Bizkaiko Txakolina.
Así que sí, Hasi Berriak está de enhorabuena. Arkaitz Gabantxo, uno de los socios, embotellaba hace unos días la producción de 2020 con la tranquilidad de haber vendido las últimas cajas de la anterior «por casualidad» a Japón. En realidad ellos no exportan, su vino se consume entre Gernika y Bermeo, en la hostelería local (en el caso de las marcas que exportan, el 80% de la producción se suele quedar también en el territorio de origen).
Pero alguien asistió en su día a una fiesta en el Hotel Gametxo, cercano a la bodega, y quedó prendado de su txakoli, que siempre está allí. Hace poco les compraba los últimos litros de esas entre 10.000 y 11.000 botellas de su producción anual. «El año pasado ya dejamos de embotellar un par de miles de litros del txakoli de barra, por si acaso». Tienen otras tres etiquetas con las que jugar, vinos de guarda, pensados para estar más tiempo en botella.
Esa es una de las ventajas que tienen algunas bodegas frente a las que solo trabajan el tradicional txakoli joven, que hay que consumir en como mucho un par de años después de haber recogido las uvas. «Ahora el txakoli tiene más cuerpo y estructura, el consumo es más prolongado, pero tiene un límite. No puedes esperar eternamente. El de 2019 tendremos que beberlo antes del verano», explica Txapartegi.
Vino no consumido es vino no vendido y eso son más botellas en la bodega. Enero, febrero y los primeros días de marzo de 2020 fueron muy buenos para las ventas de Bizkaia y Araba, «la progresión era muy bonita», dice José Antonio Merino, gerente de la DO alavesa. Pero con el confinamiento llegó una incertidumbre que en Doniene Gorrondona (Bakio) pensaban que para después de la primavera del año pasado sería ya un mal recuerdo.
Ante el vértigo
Un año más tarde, han tenido que alquilar espacio para almacenar todo lo que se va acumulando mes a mes. Dice Itziar Insausti que están preocupados porque «si tenemos 10.000 botellas al mes y en enero vendimos mil, son 9.000 en stock.
Da vértigo entrar en la bodega hoy en día, con todo lo que no se ha podido vender en meses y el resto, de un año con un incremento importante de la producción, en depósitos». Y el campo sigue su ciclo: está ya preparándose para dar nuevos frutos.
«Hay mucho volumen en las bodegas de Bizkaia y no se sabe qué va a pasar. La salida, ante el ahogo, puede ser la alcantarilla. Todo esto ante el silencio de la Administración», prosigue Insausti.
Ayudas para pagar préstamos y alquileres y que tengan en cuento los costes reales de una viticultura singular por la orografía y el trabajo manual –es difícil meter máquinas– y a la climatología, eso estaría bien, explica. «Nada que signifique vender por debajo de costo y tirar los precios, eso sería un error ahora que se ha conseguido valorar el txakoli».
Ella intenta seguir siendo optimista y fía parte de la venta a la exportación, que en marzo de este año ha sido más del 60% de su mercado. «Pero es un trabajo de muchos años, no es algo que ocurra de un día para otro», así que no todas las bodegas tienen ese canal de salida.
«De un día para otro no se implementa el comercio online», añade Gari Ríos, de Itsasmendi, en Gernika. Y es que en los últimos meses se ha oído hablar de la panacea de la venta por internet... y para eso hay que ser ya visible, para empezar, y contar con la estructura necesaria. Para seguir, «España es un mercado de chollos, se busca el mejor precio, así que tampoco te salva de nada».
A nivel internacional, «somos muy pequeños y es como si no tuviéramos marca. Y que no se cambia de estrategia empresarial de repente, hay que pensar bien lo que vas a hacer. Para eso sí que nos ha venido bien este tiempo, para reflexionar», se consuela. Itsasmendi comenzó el 2020 pensando «que lo íbamos a petar, con meses atípicamente buenos», «con el enoturismo pintando muy bien» y además con la celebración del 25º aniversario en mente, «con las nuevas instalaciones. Ha sido una cura de humildad. Con las instalaciones viejas no sabíamos qué hacer y al final nos han venido bien para el stockado».
Ha aumentado el vino de guarda, con lo que tienen dos o tres años por delante en estado óptimo. «Pero la próxima vendimia me preocupa. No hay sitio. Y los impagados, eso que vendes y no cobras en mucho tiempo; hay un retraso de más de 70, 80 o 90 días. Es un dinero que no está en nuestro bolsillo para hacer frente a todos los gastos que siguen existiendo». Porque el trabajo continúa en el viñedo y en el interior.
Para Astobiza, la gran bodega alavesa afincada en Okondo, la primera clave está en una buena cifra de exportaciones ya en años anteriores. Si en 2019 vendían fuera el 52% de la producción, en 2020 subieron al 70% mientras «el consumo local caía en picado». De la añada de ese primer año les queda un palé. La segunda es «diversificar, seguir innovando».
Con su vermú se han hecho un hueco en mercados en los que hasta ahora no tenían nada que hacer –Jon Zubeldia habla de Cuenca, de Castellón, del sur–, y eso es una puerta distinta de entrada. «Cuanto más diversificado el negocio, más fácil es reponer clientes». Ahora sacan un nuevo vino de guarda de calidad superior.
«Cada vez se valora más el vino blanco en todo el mundo y el de guarda, más aún. En Astobiza apostamos por ello ya en 2014. Hay que defender ese concepto gastronómico, de vino de máxima calidad, enseñar a la gente a consumir con cariño un producto que tiene altos costes de producción».
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