Piedras labradas en la cresta de Jaizkibel

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MARÍA JOSÉ ATIENZA


Cuando hablamos de una cantera, nos imaginamos una ladera de monte comida a dentelladas de excavadora, grandes bloques de piedra, grava polvorienta y camiones circulando sin parar. Pero si retrocedemos cinco siglos, lo que vemos son cuadrillas de canteros armados de mazos, piquetas y buriles, cincelando a pura mano sillares y piedras de molino. De aquellas moles labradas por los canteros del siglo XVI, quedan restos hoy en día en Jaizkibel, la mayoría ocultos por la vegetación.



EL DATO

  • 1583: Es el año en el que Juanes de Aldasoro, maestro cantero de Hondarribia, otorga testamento y deja, entre otros bienes, a sus herederos cien piedras molas en el monte Jaizkibel y otras cien junto a la ermita de Santa Engracia


El proyecto Errotarri, liderado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi e incluido en una iniciativa europea sobre canteras molares, que supervisa la Universidad de Grenoble, está estudiando ahora la existencia en Hondarribia de una cantera que pudo llegar a tener una producción muy importante.

El historiador Denis Álvarez avanzó este trabajo de investigación que se está llevando a cabo, en una conferencia enmarcada en el ciclo 'Trending Topic Arqueología', que organiza el Museo Oiasso, con la colaboración de Miguel de Aranburu Elkartea. '¿Qué hace una piedra de molino en el monte?' fue el sugerente título, con el que el historiador presentó su charla.

La respuesta se encuentra en la confluencia del trabajo de campo realizado por los etnógrafos de Aranzadi Javi Castro y Joseba Alonso con las investigaciones archivísticas realizadas por los historiadores Denis Álvarez e Iñaki Garrido.

«Javi y Joseba llevan 10 años buscando canteras y tienen localizadas unas 350», explicó el conferenciante. «El Diccionario de la Academia de Historia de 1802 tenía una pequeña entrada en la que decía, específicamente, que se hacían trabajos de cantería en Jaizkibel para obtener piedra de molino. También había testimonios directos de gente que recordaba haber ido al monte en su infancia y haber visto piedras molares. Y luego estaba la toponimia. En la vertiente atlántica hay muchos sitios que llevan la palabra errota. Había pequeñas pistas, pero nada más».

En el año 2014, Iñaki Garrido y Denis Álvarez publicaron un libro «en el que recopilábamos los testamentos otorgados en Hondarribia en el siglo XVI. Había 1.250 testamentos y nos dedicamos a transcribirlos, sin entrar en más detalles. Es un material para que cada cual trabaje en lo que más le interesa», explicó el historiador.

Castro y Alonso llegaron al libro de Garrido y Álvarez buscando canteros y se encontraron con una pequeña cláusula del testamento de 16 páginas otorgado en 1583 por Juanes de Aldasoro, que se identifica como maestre cantero, «es decir, el jefe de la cantera», añade Denis Álvarez. Dice así: «Yo dejo en la montaña de Jaizkibel acabadas cien piedras muelas grandes y medianas y otras tantas cabo Nuestra Señora de Gracia, (la ermita de Santa Engracia)».

Lo que viene a decir Juanes de Aldasoro a sus herederos es que esas 200 piedras están encargadas y por cobrar. Teniendo en cuenta que cada piedra muela venía a costar 15 ducados (el equivalente a 3.000 euros de hoy), esa parte de la herencia era jugosa.

No es el único testamento que hace referencia al trabajo de cantería, pero si el más rico. A través de Juanes de Aldasoro, también queda documentado que las piedras de molino eran transportadas por carros tirados por bueyes monte abajo, hasta la costa. Al igual que deja constancia del dinero que se le debe, Aldasoro cita también las deudas que él tiene con dos «bueyerizos» por el acarreo de su producción. «De hecho, según se sube de Guadalupe hacia el parador, hay una zona de pequeño llano en la que se ve, a día de hoy, el desgaste por el tránsito de las ruedas de los carros», comentó Álvarez.

La localización de las canteras está por concretar. Sin embargo, en el escaso tiempo que ha habido este año para realizar trabajo de campo, debido al confinamiento, ya se han catalogado en Jaizkibel varias piedras de molino y sillares. Incluso se ha encontrado una zona en la que se ven las marcas de las cuñas de metal que se introducían en la roca para sacar los bloques de piedra.


Viaje en barco



Durante el confinamiento, se siguió trabajando en los archivos. «Revisamos documentos accesibles vía online y encontramos actas del Consejo de Hondarribia, lo que era el ayuntamiento de la época», añadió el historiador. «Todos los años, por San Juan, la sierra de Jaizkibel se ponía en subasta para su arrendamiento. Una persona ofrecía dinero y luego subarrendaba las canteras».

¿Y qué destino tenían las piedras labradas en el monte? Según las investigaciones más recientes, viajaban en barco a Galicia, Lisboa, Cádiz o Canarias. «Ya no hablamos de un sistema económico limitado a la zona, sino de una producción destinada a la larga distancia».


El trabajo de investigación sobre las canteras de Jaizkibel no ha hecho más que empezar y el resultado promete.





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